En plena lucha por el mundial de MotoGP, Valentino Rossi había calentado la previa de la carrera de este fin de semana, la penúltima del campeonato, diciendo que Marc Márquez le estaba perjudicando para ayudar al máximo competidor del italiano por el título, Jorge Lorenzo. Aquellas sorprendentes declaraciones eran, al parecer, solo el principio.
En la prueba disputada a primera hora de la mañana -en España- en Sepang, Valentino ha decepcionado a una parte importante de sus muchísimos fans, entre los que me incluyo, al tirar a Márquez valiéndose de una patada. Se ha hablado muchas veces de pilotaje inadecuado por temerario, pero, ¿una patada? Creo que algo así no hay cómo justificarlo.
Una vez que lo has hecho, porque estabas caliente o porque se te fue la cabeza, al menos podías reconocer que fue eso lo que te sucedió y que no te sientes orgulloso. Yo hubiera esperado esas disculpas de Rossi (aunque parto de que lo que nunca hubiera esperado era la patada). Pero no, todavía a la espera de su sanción, restó importancia al asunto y en absoluto reconoció haberse equivocado.
Me ha venido a la cabeza a raíz del asunto esta foto del niño Márquez y su ídolo, Rossi. |
Al final saldrá último en la prueba decisiva de Valencia y le han restado tres puntos. Quizá sea el campeón varios años después. Pero mucho me temo que ese gesto antideportivo no va a caer en el olvido fácilmente y va a empañar una posible victoria. Una pena. Yo siempre digo que los deportistas a los que realmente admiro -con Nadal a la cabeza-, yendo un poco más allá de los resultados, son los que saben ganar y perder, los que a su talento suman la deportividad que debería ser exigible a todos, pero de la que muchos ni han oído hablar. A Rossi siempre lo había visto como uno de esos que raramente no llevan la sonrisa puesta, aunque pierda -no así a Lorenzo, que siempre me ha despertado bastante antipatía-. Hoy he sido una de los muchos defraudados.